Centro Juvenil
Atraer a la juventud hacia Cristo es uno de los grandes desafíos de la Iglesia en el comienzo del tercer milenio.
Pero si los jóvenes se lanzan a la búsqueda de la felicidad ilusoria que la sociedad moderna les ofrece con tanta facilidad, ¿cómo hacer para que adhieran a un cristianismo con las exigencias y sacrificios que le son inherentes?
Intentar esconder el rostro sufridor de Cristo, juzgando de esta manera que se puede ganar la simpatía del hombre contemporáneo, es una ilusión que sólo producirá esterilidad en el campo del apostolado.
La respuesta a este problema crucial para quien se dedica a la evangelización, en nuestros días, la encontramos en la enseñanza del Sucesor de Pedro: “Si a los jóvenes se les presenta a Cristo con su verdadero rostro, ellos lo experimentan como una respuesta convincente y son capaces de acoger el mensaje, incluso si es exigente y marcado por la Cruz.” (Novo Millennio Ineunte, 9).
Desvelar la verdad con toda su deslumbrante integridad es el secreto de una auténtica evangelización, método que los Heraldos del Evangelio siguen en cualquiera que sea su campo de apostolado y sobre todo con los jóvenes, en los Centros Juveniles.
Ahí, los jóvenes tienen la vivencia de que la verdadera alegría sólo viene proporcionada por una vida auténticamente cristiana. Allí aprenden a resistir a los males del mundo, que los cerca e intenta esclavizarlos continuamente.
Allí pueden oír con todo su vigor el apelo del Santo Padre: “A vosotros, jóvenes, os pido: ¡defended vuestra libertad interior!. ¡ Que una falsa vergüenza no os impida cultivar la castidad!.” (Homilía en la canonización de Santa Kinga, 16/6/1999) Allí pueden comprobar toda la verdad contenida en la famosa sentencia de Paul Claudel: “La juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo”.