Ruinas Jesuíticas
El “pulchrum” como medio de evangelización
en las Reducciones Jesuíticas
A lo largo de la historia, Dios ha utilizado la belleza como medio de elevar a las almas hacia Él. Muestra de ello tenemos en el antiguo testamento en varios hechos. Un caso fue el Templo de Salomón, el cual el propio Dios inspiró su construcción, y fue erigido de una belleza, esplendor y tamaño inimaginables (1Reyes 6).
La Santa Madre Iglesia no ha procedido de forma diferente. Ella se ha servido de la belleza como medio de reflejar a Dios, que es la suma belleza, en todos los aspectos de la vida eclesial, tanto en el enriquecimiento de la Liturgia, por medio de la música, los objetos sacros, como en las construcciones de los Templos. En suma, se ha servido del arte para elevar a las almas a la vida sobrenatural, a entrar en contacto con Dios. Y por este medio la Iglesia ha evangelizado pueblos y civilizaciones enteras a través de los siglos. Ejemplo de ello tenemos la evangelización de hordas de bárbaros en la Edad Media por medio de los Benedictinos, y también la evangelización de tribus indígenas en la edad moderna por medio de varias órdenes religiosas venidas a América, de los cuales se destaca, la de los Jesuitas.
Reducciones Jesuíticas
Corría el Siglo XVII. Cientos de misioneros jesuitas dejaban sus comunidades en Europa para evangelizar las nuevas tierras americanas. Los más destacados y numerosos eran los venidos de España e Italia. Entre ellos venían Sacerdotes, en su mayoría, agregados y estudiantes los cuales eran expertos en los más variados oficios. Religiosos y laicos especializados en arquitectura, música, pintura, escultura, ciencias, agricultura, entre muchos otros. En varias regiones de América los Jesuitas habían fundado varias reducciones, de las que se destacaron las de los guaraníes en la Provincia del Paraguay, actual zona del Sur del Brasil y del Paraguay y norte de la Argentina, debido a que alcanzaron más renombre y una organización mas completa.
Las reducciones eran verdaderas ciudades indígenas muy organizadas en donde se les iniciaba a los nativos en la vida cristiana. La vida en ellas corría en la más tranquila armonía. Eran dirigidas por 2, 3 y raras veces 5 sacerdotes frente a 6000 indígenas aproximadamente, los cuales aprendían y ejercían los mas variados oficios, desde sacristán de la Iglesia hasta agricultor en el campo. Ahora bien, se preguntara alguno ¿Cómo lograr el control, la armonía, la catequización de 6000 almas con tan solo 2 o 3 sacerdotes? Esto solo se consigue cuando en una sociedad se pone a Dios en el centro, el resto se ordena por añadidura. A este respecto el P. Peramás comenta: “En los pueblos de los guaraníes el interés máximo se concentraba en Dios y en las cosas de Dios”( PERAMÁS, José M., La República de Platón y los Guaraníes. Buenos Aires 1947. 224 pp.). Esto se reflejaba en todos los aspectos de la vida de las reducciones, desde la organización urbana, en donde el centro era el templo, hasta la organización del día, en donde el primer acto del día era la Santa Misa.
Mas, podríamos preguntarnos cual fue el método utilizado por estos ardorosos misioneros, que lograron quitar del paganismo y la vida trivial a los indígenas y llevarlos a una vida cristiana llena de amor de Dios. Fue gracias a que consiguieron mostrar a Dios y la belleza de la vida cristiana a través de la belleza, utilizando las artes como medio eficaz de conversión.
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